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Si
todos los caminos van a Roma, todas las sendas irán a Eilat, situada
al sur de Israel, entre Egipto y Jordania.
Eilat no es una ciudad bonita, sino una simple estación balnearia.
Las unicas atracciones que ofrece son el desierto que la circunda, el
Mar Rojo que la costea y el sol que la ilumina: sólo caen 20 mm
de lluvia por año ¡y la temperatura casi nunca baja de los
20°!
Para descubrir Israel, Eliat es la típica ciudad turística
que os aconsejo evitar.
A menos que... A menos que... Hay que admitir que Eilat tiene un cierto
encanto. A veces no es tan malo poder arrastrarse del hotel hasta la playa,
bajo un sol seguro, sin pensar y con un buen libro, desplazarse para tomar
un aperitivo o abrir ojo para comer antes de echarse una siesta para estar
en forma en la piscina...
Todo dentro de un cuadro paradisíaco, enfrente a las montañas
de la Jordania, rojas y rosas por la mañana, azules al anochecer,
en las fronteras del desierto de Néguev y de Sinai, ¡y circundados
por el mítico
Mar Rojo ! Esta dulzura de vivir un poco a la Saint-Tropez
se puede saborear solo fuera de temporada.
Desde el inicio de las vacaciones, hordas de turistas procedentes de todo
el mundo asaltan las pequeñas playas de esta ciudad, que nació
entre las piedrecitas al final de una guerra. Y hay que ocupar bien estas
playas. El infierno empieza.
Eilat es una ciudad donde se puede holgazanear en los locales y a la luz
del día, casi una Ibiza medio oriental, menos alocada y con un
paisaje que no se esperaba.
Los hoteles lujosos crecieron como en Las Vegas.
Algunas de las atracciones nacieron donde a menudo lo peor se junta en
lo mejor.Lo mismo para los restaurantes: os aconsejo que prefiráis
a los cubiertos más bellos, los restaurantes que se la juegan en
plan gran mesa, Pedro o el Shipoudai de Eliat, para los mejores
houmous y kabab del mundo de houmous y de kabab, a precios irrisorios.
Podéis también comer sin miedo en el Gulf Restaurant, el
Jerusalén Mixed Grill, o en el Lido el couscous (¿y porque
no?), el menú local en el Fischerman House (ambiente cantinita
para pescado, ensaladas y menú local a discreción) o en
el Blue Beach, el falafel y el shawarma. El Blue Beach, como índica
su nombre, es una playa, una playa azul.
Está en el centro de la ciudad, a los pies de Sheraton; con un
precio bastante barato, (menos caro que en otros sitios y además
tenéis más tiempo y sonrisas) podéis alquilar una
tumbona y tomar algo sentados a la mesa, o con los pies en el agua, y
comer (estupendamente, abundantemente y con un servicio muy agradable).
En general comer no es caro si se elige la comida local, en los restaurantes
locales, y es lo que os aconsejo. Sobre todo, no os olvidéis de
probar el vino israelino, muy prometedor: una mención especial
para el Teshbi blanco (un Sauvignon), que hace también
un honorable champagne, y el Efrat rojo, un Cabernet Sauvignon
con el 10% de Merlot. Y si queréis comunicar con un
internauta simpático y polígloto, mandad
en inglés un mensajito a la librería internacional BJs
Book del Tourist Center.
Lo mejor para no holgazanear (cada uno tiene su truco, pero sería
una pena no visitar este país estupendo) consiste en alquilar un
coche al menos por dos días y más si afinidad: todos los
fletadores internacionales están presentes o representados. Mi
consejo: reservad desde Francia en dólares americanos a través
del centro de reservas internacional, para evitar la flotación
de las tarifas locales.
Un día entero hay que destinarlo al suntuoso Parco
Natural de Timna, en el Néguev (con excursiones desde los 15
minutos hasta las cuatros horas, para los amantes de la naturaleza, y
con colores de rocas que os sorprenderán en las curvas y con oasis
para descansar.
Otro día os permitirá
dar un baño en el Mar Muerto. Tened en cuenta tres horas de
viaje y respectad los limites, porque los policías son viciosos
y competentes, dotados de radar como los de los americanos, os fotografían
de perfil y luego os siguen con las sirenas aullantes, como los vigilantes
de Texas.
Hay que hacer muchas paradas (imaginaos: ¡recorrer, en una sola
vez, trescientos kilómetros a 90 Km. por hora sobre una calle perfectamente
rectilínea y circundada por rocas!).
La majestuosa fortaleza
de Massada es inevitable para su magnifico panorama sobre el Mar Muerto
y el desierto; el Kibbutz de Ein Tamar para la exuberante vegetación;
y el Kilómetro 101de Ketura Junction, situado a 89 Km. de Eilat
y 101 de Taba, la frontera egipcia donde empieza la calle...
El Kilómetro
101 es un sorprendente bar restaurante situado en el arcén
de la carretera, administrado por una colonia de paquistaníes venidos
en familia (de Paquistán, por supuesto) con una tigre, un pitón
de ocho metros, como si quisieran recrear un trocito de su tierra.
El Mar Muerto está dividido en dos partes, la más pequeña
y la menos interesante, muy industrial o urbanizada, con las
termas elegantes de En Bokek y de Neveh Zohar,
agradables para los amantes de la talasoterapia y del ocio.
Para dar un baño (también yo, ¡y con todo lo que como
voy a flotar!), en la segunda parte podéis ver la playa más
grande, la de Kibbutz
de En Guedi (os aconsejo que evitéis el centro termal, una
especie de pabellón cutre, con un restaurante asqueroso, estilo
de acogida incurable como el Soljenitsyne o el Buzzati). Podéis
también dormir y comer en el kibbutz. Prestad atención al
pequeño chiste del aparcamiento de la playa: si queréis
aparcar el coche a la sombra, si todavía queda, tenéis que
dar la vuelta de un parco tan grande como lo de Al Campo. Esto significa
que veis la dirección prohibida que os permitiría ocupar
el último sitio bajo los árboles... y cometéis un
error. Las direcciones prohibidas de los aparcamientos están equipadas
con enrejados anti-agresión que os cortarán los neumáticos
si los cogéis a contrapelo. Y de repente, en el medio del desierto,
os sentiréis tontos.
Como mejor atracción de Eilat os aconsejo, sin duda, el
Dolphin Reef, para sumergirse sin riesgos, cualquiera que sea vuestro
nivel, con los delfines salvajes (¡cuarenta minutos de inolvidable
inmersión a seis metros de profundidad!).
El Dolphin Reef es conocido, sobre todo, porque ha permitido sumergirse
a los autistas y a los minusválidos, colocados en una especie de
sillón para inmersión. Hay que decir que sólo por
el sol, el Parco Timna y el Delphine Reef merece la pena de hacer este
viaje.
Para el Observatorio
submarino es más complejo. El submarino amarillo Jacqueline
os lleva al arrecife coralino; es un paseo apasionante, casi cuarenta
y cinco minutos a sesenta metros de profundidad.
El Observatorio en sí mismo os permite admirar al arrecife coralino
y sus habitantes multicolores desde una sala redonda como un OVNI, situada
a seis metros bajo las olas, a la que llegáis por medio de una
escalera de caracol. Pero el turista tiene que consumir, entonces exageran
y el cine que se mueve para robaros las fichas es penosamente feo, y os
aconsejo que evitéis absolutamente los acuarios de los tiburones,
donde pobres animalitos raquíticos y deprimentes se aburren en
tinas penosamente tristes.
Curiosamente las joyas expuestas a la salida tienen una excelente relación
precio-calidad. Retened vuestra mujer o sacad vuestra tarjeta de crédito:
las perlas y sus engarces son muy bonitos y a menudo muy originales.
Antes de dejar Francia consultad el excelente sitio Internet de la Oficina
del turismo israelino o llamadlo: os mandará la lista de todos
los operadores turísticos.
Tenemos que mencionar
también Accor Tour, mi favorito, que os alojará en el hotel
Mercure Mirage, situado en el centro de la ciudad, sobrio y confortable
como un Mercure y muy lejos del lujo cursi de los Palaces.
¡ Cuidado ! El aeropuerto internacional de Eilat está a una
hora y media de camino en coche, pero no hay coches. No pasaos de listos
y coged obligatoriamente el suplemento traslado al hotel,
o cambiad aéreo en Tel-Aviv, para luego llegar al aeropuerto de
Eilat Centro Ciudad.
Una semana en Israel, como os he contado, cuesta de 1.500 euros a 2.500
euros (todo incluido para muy dos personas). Shalom y ¡qué
tengáis buen buceo !
paru
dans Gazoline 64 de janvier 2001
© Pierre-Brice LEBRUN & Gazoline
traduit
par Stefanie GIORDANA
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